16:35 pm
Las primeras gotas de lluvia de la tarde comienzan a caer y dejar huella en los vidrios de la ventana. Comienza la duda en mi mente si es momento de regresar a casa o esperar un poco a que la lluvia vespertina deje de limpiar las calles del Centro de la Ciudad. Pero hay otra opción en mi mente que me alienta a caminar bajo la lluvia (al fin y al cabo la gabardina y paraguas estaban a mi disposición) y respirar el inigualable olor de cemento y tierra mojada.
Díez minutos después ya me encontraba caminando entre decenas de personas corriendo empapadas y furiosas por no haber llevado consigo “el estorboso” paraguas. Confesaré brevemente que me llega de gozo _sin llegar a lo perverso_ cuando deja de existir el día soleado y llega la lluvia, ya que por la mañana (los empapados) te miran como bicho raro por llevar a cuestas un paraguas _ mención aparte, coqueto_ cuando parece que el sol de verano no abandonará su luz, pero ¡já! La lluvia cae, y unos se mojan, y obviamente algunos otros nos salvamos de la ducha gratuita de Dios.
Algunos minutos después me encontraba en la estación del Metro Bellas Artes de la Ciudad, que seguramente a más de un fotógrafo lo invitaría a hacer su trabajo, ya que la postal resultaba fabulosa: hombres, mujeres y niños pegados unos con otros en la entrada de la estación mojados y con un poco de frío… no sé, me hicieron recordar a los pingüinos machos cuando protegen los huevos de sus futuros hijos.
Con un “con permiso, con permiso, con permiso”; me colé al interior de la parada Bellas Artes hasta la línea amarilla clásica que pone límite a nuestros pies, para no caer en la tentación de bajar a explorar las vías y Dios sabe que puede pasar.
Quien vive en esta Ciudad sabe que “Bellas Artes” es una de las tantas estaciones de trasborde que tiene el sistema de transporte metro, por lo cual, no se espera que al abrir las puertas los vagones éstos vayan casi vacios y sea fácil el ingreso; por lo que después del “permita salir”, se debe entrar a un paso más veloz que lento, no vaya a ser que pasé algo digno de mirarse y después una persona que no tiene nada que hacer, lo escriba y lo comparta en Blog .
LLUVIA, EGO Y MALAS ACCIONES
Seguramente te estarás preguntando esta historia de qué va. Bueno, ya alguna vez he mencionado que el Juicio es de las cosas que más hace infeliz a las personas, ya sea cuando lo aplicamos o cuando sentimos que somos víctimas del escrutinio de los demás. Y la historia que a continuación te voy a contar es una muestra clara de cómo en un momento de mala decisión bajo el efecto del juicio (en esta ocasión representado por el Ego), puede romper una buena armonía y llevar al caos.
Antes que nada debo decir que me es un hábito observar a las personas, algunas siempre llaman mi atención más que otras por la carga emocional que transmiten en ese momento, y en esta ocasión fue un matrimonio de edad madura.
Cuando las puertas del tren se abrieron, tras la salida de las personas me ubiqué en una de las esquinas del vagón que me permitió observar a la pareja que venía alegremente y hasta jugueteando para entrar al mismo espacio mencionado. Pero oh sorpresa, la mujer pudo ingresar fácilmente mientras que su marido fue brevemente interceptado por otros dos varones, lo que llevo a que el esposo quedará ligeramente atrapado entre las puertas del transporte (segundos eh), y su rostro se transformara dramáticamente. “Permita el libre cierre de puertas, gracias” se escuchó la voz en off de una mujer y en seguida el señor quedo libre y pudo ingresar.
El hombre, un tipo alto y corpulento, le dirigió una terrible mirada a su mujer y le exclamó en un todo de verdadero enfado: “¡Ves lo que provocas! Si caminarás más rápido ·$·%#)&·”
La mujer le miró y en seguida soltó una carcajada, lo que empeoró el humor del marido que se fue a mitad del vagón lejos de su compañera que quedo frente a mí.
La Mayoría de los pasajeros la miró a ella, tal vez la risa causó su curiosidad, tal vez esperaban que tras el insulto ella reaccionara y se hiciera una buena pelea marital para espectáculo de todos, no lo sé, lo que sí sé es que ella siguió riendo para sí y le dio la espalda a su marido.
Dos estaciones más adelante, él pudo conseguir un asiento y le grito a su mujer para que fuese a sentarse y el tono de voz había cambiado, así como la intensión de su mirada, dejó el enfado por la vergüenza. Los papeles se habían invertido. Ahora ella estaba realmente enfadada, y fue rotundo su NO y nuevamente le dio la espalda y su semblante se volvió sombrío.
Tres estaciones después se dispusieron a abandonar el tren, ella salió sin mirarlo y de prisa, él solo camino siguiendo sus pasos. Cinco estaciones atrás esa pareja estaba feliz, reían y se abrazaban.
¿Qué pasó? ¿En qué momento se perdió la armonía?
Cuando el marido quedo aprisionado entre las puertas, el veneno del Juicio se hizo presente mediante su ego. “Todos me miran, seguramente se están burlando de mí”. Y en lugar de seguir, porque es seguro que no ha sido el primero ni el último en esa situación, decidió lanzar el veneno a su mujer, y después de haber hecho eso simplemente se libero, para después caer en su propio juicio de “hice mal”.
Ella al principio pareció no tomarlo personal, pero minutos después su propio Juicio también se hizo presente: “Tú venias feliz y éste loco te ofendió sin razón” “Ahora después de ofenderte quiere hacer como que no pasó nada”. Y así el Ego también la lleno de veneno y terminó con su paz.
Todo eso se pudo haber evitado sin tan solo no se hubiese hecho caso al Juicio, si tan solo no se estuviera atento a lo que los demás creemos que opinan de nosotros, y sobre todo si no escupimos nuestro veneno emocional a nuestro ser querido.
En otra ocasión hablaré de mi experiencia personal con el juicio y el ego y del como, poco a poco he tratado de mantener un pacto de no agresión.
[Jameri/Agosto 09]
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